El desayuno en Amitges, de nuevo te sorprende. Barralibre de tostadas, magdalenas, galletas, cereales, mantequilla, mermelada, café, leche, té, zumo, queso, salchichón, tomate, y nosequecosasmás. Puedes quedarte desayunando hasta hartarte, pero nosotros nos teníamos que ir. La tercera etapa era larga y a las ocho nos pusimos en marcha.
Para llegar al ref. Ernest Mallafré fuimos primero por la pista y mas tarde por un “camino secreto”, el cual atravesando un bosque frondoso te lleva a la cascada de Ratera y de allí al Estany de Sant Maurici. A cinco minutos de la presa está el refugio, a los pies d´els Encantats.
En el valle del río Monestero te encuentras con todos los posibles terrenos característicos del senderismo. La ascensión de los 900m de desnivel hasta el Coll comienzan por un bosque de abetos mezclados con hayas. Según vas ascendiendo aumentan los pinos negros y van desapareciendo las hayas, todo ello por una senda de tierra. También te encuentras con verdes praderas, en algunos casos encharcadas y en otros pobladas por vacas de la zona. Mas arriba tendrás que atravesar el rio dando saltos por grandes bloques graníticos, donde las pozas se suceden y te llaman al baño. Al fondo del valle tendrás que elegir uno de los caminos para saltar a otro valle por sus tres collados; el de Monestero, el de Peguera o el de Mar. El primero es el que nos llevará al ref. JM Blanc. empinándose en este momento por una ladera donde poco a poco la vegetación arbórea desaparece. El tramo final, pino-pino, es un canchal de los que gusta bajar, pero no subir.
Ya en el coll de Monestero (2715m) compartimos descanso con una pareja Australiano-Chilena junto con su bebe de 18 meses. Las vistas del valle y de donde habíamos partido por la mañana son espectaculares. Es sorprendente lo que puedes andar en unas horas, viendo el refugio allá a lo lejos, casi en el horizonte.
El descenso al ref. JM. Blanc es muy ágil, en comparación con lo que llevábamos encima. Siguiendo el trak y una senda, de nuevo se concluyó el dicho de no hay atroche sin derroche, aunque en este caso no fue mucho el derroche y si bastante el atroche. Las vistas del refugio en lo alto de la roca en el borde del Estany sorprenden a todo el que llega por allí.
¡Qué hambre te da la montaña! ¡y mas si eres un tío grande!. Que carita tenía Camarasa al llegar. De las pocas veces que le he visto renunciar a una cerveza bien fría. ¡yo acuarius! Exclamó. Nosotros tres nos descojonamos. Nos tocó abrigarnos y comer a la sombra porque estaba deshidratado el niño grande. El menú lo omito, pues ya os lo sabéis.
El arranque fue lento, de nuevo la conversación acompaña. Empezamos a cruzarnos con gente que habíamos visto el primer día. ¡Madre mía que cochinos a las espaldas! ¡qué mochilas llevan las chicas! ¡Y encima un tirante roto!. Es sorprendente lo que carga la gente a las espaldas. Cuando ves esas mochilas piensas en el valor que tiene hacer, en esas condiciones, el trekking. El collado lo alcanzamos casi sin darnos cuenta y desde el se ve la Colomina. El refugio nos espera.
Durante el descenso, vemos un sarrio dando cabriolas delante de nosotros. Esto, unido al tema de los vasos comunicantes, las obras hidráulicas, etc… nos hace despistarnos por un momento, en el llamado Pass de l´Osso.
Al llegar a la Colomina, y solicitar ducha, nos dicen que tenemos mucha gente delante y que será después de cenar. Así que, como buenos “vascos”, nos damos un baño en el Estany y renunciamos a la ducha de agua caliente. La cena estuvo bien, excepto que estábamos un poco apretados. Pero para apreturas, el colchón para dormir. Tendrá como mucho 55cm de ancho, vamos, que duermes al pelotón. Yo, dentro de lo malo, tuve suerte. A mi lado durmió una niña de ocho añitos que junto a su padre iban a pescar. Así que estaba un poco mas ancho. A cambio, de vez en cuando, me confundía con su padre y me buscaba con la mano.
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